Cada vez es más frecuente que las empresas incorporen estrategias y criterios de gestión sostenible entre sus máximas prioridades y que los bienes de consumo lleven sellos o etiquetas que pongan de manifiesto su producción eficiente, con el menor coste ambiental posible. Las grandes compañías multinacionales ya lo están haciendo, en gran medida, y están trasladando esta exigencia a su cadena de valor. La legislación de la Unión Europea, nacional y autonómica, cada vez más exigente, va también en esa línea.
En lugar de ver los criterios de gestión sostenible sólo como un coste añadido, las empresas previsoras han tomado la decisión de convertirlo en una oportunidad de negocio.